Hoy hemos salido de casa pronto, por una vez parece que llegamos temprano al cole. Son las 9:00 de la mañana en la calle Fray Zacarías del Casco Viejo de Gasteiz y una furgoneta de la Ertzaintza cruza el polideportivo del Campillo. Salimos de actividades extraescolares, son las 18:00 de la tarde en el Casco Viejo, y hay dos furgonetas de la Ertzaintza en la calle de las Escuelas. Tienen a dos jóvenes contra la pared del Campillo. Es domingo, en Rafa Plaza hay menos criaturas de las habituales. Pasa un coche de municipales, por tercera vez, en dirección contraria por la calle de las Escuelas. Hay cuatro jóvenes charlando en las gradas del parque nuevo y se acercan a pedirles la documentación. Parece que a nuestras hijas este panorama les empieza a parecer normal, lo cual resulta preocupante.
Hace un mes detuvieron al técnico de sonido del gaztetxe y al panadero del barrio, en ambos casos con violencia y sin razón aparente. Así están las cosas en nuestro barrio en los últimos meses y, no, no vivimos más seguras en un barrio militarizado...
Cuando llevamos a nuestras criaturas de la mano, en patinete, o cuando jugamos al pilla-pilla o al escondite, no tenemos mayor sensación de seguridad en calles plagadas de policía. Esto no lo hace un barrio más seguro, sino que nos pone en estado de alerta constante, en tensión constante. Y difunden miedo, miedo entre vecinas y vecinos. A veces nos hemos quedado mirando y en seguida se nos acerca un ertzaina, a preguntarnos con arrogancia, como si lo estuviésemos incomodando. ¿De verdad se necesitan 12 policías para identificar a dos jóvenes que rondarán los 17 años?
Hablemos claro. La policía acosa y lleva a cabo identificaciones racistas en nuestro barrio a diario. Y nos hemos acostumbrado, y muchas veces se justifica esta violenta caza contra los jóvenes magrebíes, amparada por el alboroto mediático. Se dice que trapichean. Pero sabemos que el problema no es ese, porque en el cantón de San Marcos no se consume más droga un sábado por la noche que en la calle Mateo Moraza. En realidad el problema es que son pobres y racializados… ese es el miedo que se quiere difundir. Quieren equiparar ser joven y magrebí con ser delincuente. Y esto no os lo compramos. En este barrio llevamos décadas tratando de construir convivencia vecinal, y el miedo entre vecinas y vecinos es, precisamente, uno de los principales enemigos de esta convivencia.
A medida que se acentúan las desigualdades sociales, aumentan los conflictos. Los vivimos, no hemos venido a negarlos ni a esconderlos. Solemos tener problemas y dificultades en la convivencia. Pero queremos afrontarlos partiendo de planteamientos de otro tipo: desde el conocimiento mutuo, desde el reconocimiento mutuo, construyendo vínculos... Así es como hemos aprendido a hacerlo en el Casco Viejo de Gasteiz, de la mano de los y las educadoras de calle —que son un auténtico tesoro—, de la mano de Goian, de la asociación de vecinas y vecinos o de planteamientos individuales. Ha habido veces en que no hemos acertado, y hemos vuelto a tener problemas, hemos vuelto a tener conflictos. No contamos con fórmulas mágicas, pero lo que sí tenemos claro es que nuestras calles serán más seguras cuando las llenemos de vecinas y vecinos que sean capaces de cuidarse y de reconocerse unas a otras. Para esto es para lo que se han puesto en marcha los planteamientos de acogida, el programa Ongi Etorri Alde Zaharrera, las redes de apoyo mutuo, etc. y seguimos aprendiendo.
Llenar el barrio de policía obstaculiza todos estos planteamientos. Como vecinas y vecinos, queremos denunciar el racismo y el abuso policial. Como madres y padres, no queremos educar a nuestras criaturas en calles en las que se imponen el miedo y la violencia, ni la enemistad entre vecinas y vecinos.
Por todo ello, queremos pedir a la próxima alcaldesa que actúe con responsabilidad. Queremos menos policía y más servicios sociales. Que paren inmediatamente las razzias policiales racistas, y que dote de financiación y valores a los planteamientos sociales de los agentes del barrio.
Hafsa Tahir y Aitor Alustiza Nazabal, en nombre de la asociación de madres y padres de Ramón Bajo.